Las Crónicas de Narnia son un delicioso entretenimiento.Estos siete libros pertenecen a un género literario denominado cuento de hadas.

Acaban de cumplirse 50 años de la muerte del profesor y escritor británico, de fe cristiana, C. S. Lewis, el autor de Las Crónicas de Narnia. Lewis había nacido en Belfast, Irlanda del Norte, el 29 de noviembre de 1898. Existe una película por la que podemos aproximarnos en parte a la figura de este académico británico. Se titula Shadowlands, Tierras de Penumbra, en castellano. Con la dirección de Richard Attenborough, el director de la gran cinta Gandhi, un gran Anthony Hopkins hace de C. S. Lewis y Debra Winger de su esposa Joy. La película no es completamente fiel a la vida de Lewis, pero refleja algo de lo que fue otro aspecto fundamental de la misma, su inesperada relación y matrimonio con Helen Joy Davidman Gresham. Su muerte, acaecida el 22 de noviembre de 1963, en su casa de Oxford, coincidió con el asesinato del presidente norteamericano John F. Kennedy. Y aunque los medios se hicieron eco de la noticia de su muerte, esta quedó sepultada en el alud de noticias que produjo la conmoción por el magnicidio de Kennedy. Muchos pensaron que esto sería una señal de lo que ocurriría también con la obra de Lewis. Lo curioso es que, lejos de disminuir, su influencia ha seguido creciendo hasta nuestros días, de tal manera que, 50 años después, los escritos de Lewis continúan mostrando una inusual pertinencia en muchas áreas. Así, en lo que se refiere a la fe cristiana, por ejemplo, son incontables las personas que, desde entonces, han venido a identificarse con el cristianismo por sus escritos. Valgan dos ejemplos como botón de muestra. En primer lugar, el de Chuck Colson, consejero especial de otro presidente norteamericano, Richard Nixon. Colson, que cumplía condena en una cárcel por el Watergate, se convirtió a Dios por medio de la lectura de uno de los libros más famosos de Lewis, Mero Cristianismo. Uno de los últimos testimonios es el de Francis S. Collins, el famoso director del Instituto Nacional para la Investigación del Genoma Humano, premio Príncipe de Asturias 2001, que fue nombrado por el presidente Barack Obama director de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. Collins se convirtió al cristianismo evangélico leyendo ese mismo libro de C. S. Lewis, Mero Cristianismo. La trayectoria vital de Collins, así como su posición científica, se encuentran en su libro ¿Cómo Habla Dios? La Evidencia Científica de la Fe. Lewis, 50 años después de su muerte, no ha perdido su relevancia. Tenemos que plantearnos qué factores hacen que su pensamiento, plasmado en multitud de libros, tenga tanta pujanza. Es decir, estamos tratando de desentrañar su legado en pleno siglo XXI.

No hay duda alguna de que su legado está fundamentalmente ligado a Las Crónicas de Narnia. Colin Duriez, uno de los grandes expertos a nivel mundial en su obra nos dice que: “Cuando C. S. Lewis escribió las siete Crónicas de Narnia, se consagró por entero a su obra, tanto personal como intelectualmente”. Estos siete libros pertenecen a un género literario denominado cuento de hadas. Son, por orden de publicación, los siguientes: 1. El León, la Bruja y el Armario (1950), 2. El Príncipe Caspian (1951), 3. La Travesía del Viajero del Alba (1952), 4. La Silla de Plata (1953), 5. El Caballo y el Muchacho (1954), 6. El Sobrino del Mago (1955) y 7. La Última Batalla (1956). Las Crónicas de Narnia se han convertido ya en un clásico a la altura de libros como Alicia en el País de las Maravillas de L. Carroll, Peter Pan de J. M. Barrie, The Wind in the Willows de K. Grahame o El Hobbit y El Señor de los Anillos, otro gran clásico moderno, obra del amigo de C. S. Lewis, J. R. R. Tolkien. Se calcula que se han vendido 100 millones de ejemplares de Las Crónicas de Narnia, traducidos a 41 idiomas desde el comienzo de la publicación de los libros en la década de los 50 del siglo pasado. Las historias de Narnia se han difundido, aún más si cabe, por las últimas películas que se han hecho sobre algunas de las mismas, recientemente. Es curioso también apuntar aquí, en cuanto a la impronta de Lewis, como J. K. Rowling, la autora de la también famosísima saga de Harry Potter, es una ferviente admiradora de sus escritos a los que rinde homenaje en su propia obra. También es, aparentemente, cristiana de confesión protestante.

Las Crónicas de Narnia son un delicioso entretenimiento. Pero el género literario de estos libros, el cuento de hadas, permite también que, además de diversión, podamos reflexionar por medio de Las Crónicas de Narnia en otras realidades incluso más evidentes que las que llamamos la verdadera realidad. Entre estas podemos destacar la existencia de otro mundo espiritual y la realidad del mal y su poder. También, por medio del personaje principal de las mismas, un león parlante llamado Aslan, Las Crónicas de Narnia nos invitan a pensar en la persona y obra del personaje histórico y real más atractivo de la humanidad: Jesucristo. Y esa es la gran verdad detrás de la fantasía de Las Crónicas de Narnia, la atractiva y cautivadora realidad de Jesucristo, la auténtica realidad detrás de la fantasía, el legado de C. S. Lewis en Las Crónicas de Narnia.

Aunque son muchos los temas tratados en Las Crónicas de Narnia, la relevancia del legado de Lewis por medio de estos libros no puede explicarse adecuadamente sin tener en cuenta su conversión al cristianismo, entre finales de la década de los años 20 y principios de la de los años 30 del siglo pasado. Este aspecto de su vida merece especial atención por ser el más fundamental. Su experiencia está relatada en otro libro fascinante, titulado Sorprendido por la Alegría. Lewis, que había sido educado en la fe cristiana protestante, la abandonó paulatinamente en su juventud para abrazar el ateísmo y el materialismo como únicas explicaciones plausibles de la realidad. En otro libro suyo, El Regreso del Peregrino, Lewis relata en forma alegórica su conversión desde el punto de vista de las ideas. Allí nos dice que su propia evolución había ido “desde el realismo popular (por realismo popular Lewis quería decir que el mundo de los sentidos era la única realidad, es decir, el materialismo) al idealismo filosófico, del idealismo al panteísmo, del panteísmo al teísmo y del teísmo al cristianismo”. En este camino de vuelta a la fe, en sus propios términos, de Puritania a Puritania, jugó un papel fundamental la lectura del Nuevo Testamento. Al mismo tiempo ese viaje por esas distintas estaciones del pensamiento lo capacitó, de una manera admirable, para llegar a ser, como se le llegó a apodar, el apóstol de los escépticos. Lewis entiende perfectamente a los que no creen en Dios, pues él mismo transitó por esas mismas sendas de incredulidad durante muchos años. Por ello, toda su obra proporciona, con una maestría casi insuperable, respuestas coherentes a los que dudan de la existencia de Dios. Con un lenguaje llano y sugerente, Lewis presenta elegantemente (no en vano fue tutor y profesor, respectivamente, en las dos Universidades más prestigiosas de Inglaterra, Oxford y Cambridge) la verdad del mensaje de Cristo. Su legado es, pues, una apologética integral del cristianismo, es decir, una defensa de la fe cristiana de una manera global. En otras palabras, las evidencias cristianas apelan eficazmente a todas las facultades humanas, mente, sentimientos y voluntad. Lewis destaca la primacía de la razón y la imaginación a la hora de encontrarnos con Dios. Pero no haríamos justicia a Lewis si no dijéramos que es Dios el que, en realidad, sale a nuestro encuentro. En su gran libro sobre Los Milagros observa que: “nunca tuve la experiencia de buscar a Dios, fue exactamente a la inversa, Él fue el cazador (o eso me pareció) y yo la presa”. Y es que la experiencia de Lewis es la que Isaías mismo nos relata cuando afirma Dios que “fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí” (Isaías 65:1). Dios, para Lewis, es el Gran Interferidor, el que nos muestra lo que no nos gusta acerca de nosotros mismos. Dios nos confronta con lo que apenas sospechábamos que éramos, transgresores delante de Dios y de los hombres, y nos muestra la gloria del único que puede salvarnos, Jesucristo, el Hijo de Dios.

Por esto, el legado de C. S. Lewis por medio de Las Crónicas de Narnia consiste en una atenta mirada, sólidamente anclada en el Nuevo Testamento, a la persona de Jesús. Una reflexión expresada de una manera creativa, en un género, quizás sorprendente para muchos, pero siempre fruto de un encuentro personal con el Jesús que presentan las Escrituras.

Artículo escrito originalmente por José Moreno Berrocal, escritor, conferenciante y miembro del Ateneo de Alcázar de San Juan, para la revista del Ateneo, edición 2013. Publicado con diversos cambios.